Los poetas y teóricos rusos de principio del siglo XX hablaron de ostranenie, es decir, extrañamiento o desfamiliarización. Sostuvieron que la mirada estaba automatizada en su función instrumental y más básica, pero que el arte y la literatura generaban una desautomatización de la mirada, una especie de extrañamiento, una sensación de estar ante una situación inusual donde la forma de ese lenguaje terminaba generando un placer estético.